Ser mamá con alas es mucho más que un título. Es la forma en como vivimos la maternidad con amor, valentía y resiliencia. Es volar sin perder el nido, es cuidar sin dejar de soñar, es entregarse por completo sin dejar de ser una misma.
Una mamá con alas no nace, se hace. A veces, desde el primer instante en que sostiene a su bebé en brazos. Otras, con el paso del tiempo, cuando entienden que la maternidad no significa dejar de soñar, sino aprender a soñar en compañía.
Son mujeres que luchan, que se reinventan, que enfrentan el cansancio, la culpa, los desafíos del día a día… y, aun así, eligen amar sin medida. Mujeres que, aunque a veces se sienten rotas, siguen construyendo mundos mágicos para sus hijos.
No todas las alas se ven, pero todas vuelan
Las alas de una mamá pueden verse en forma de caricias, de palabras dulces, de jornadas maratónicas sin descanso. Están en quienes trabajan fuera o dentro de casa, en quienes crían solas o en equipo, en quienes luchan cada día por un futuro mejor para sus hijos.
Ser una mamá con alas no significa ser perfecta. Significa ser auténtica. Capaz de priorizarse, de pedir ayuda, de sanar heridas, de enseñar a sus hijos que también tienen derecho a equivocarse… y a levantarse.
En Santa Anita, queremos decirles gracias. Gracias por inspirarnos, por mostrarnos que el amor de mamá es el motor más poderoso del mundo.
Porque cada historia de maternidad es única. Y cada mamá con alas, una fuerza imparable.